sábado, 2 de agosto de 2014

¡ A CORRER !


¡ A CORRER !


¡ A correr que son dos días!  Y uno es hoy y otro es mañana y así seguiremos sumando ilusiones y kilómetros para siempre a nuestra vida. A buscar nuevos senderos y dejarse la piel en los caminos, para no arrepentirse después de lo que pudo haber sido y no fue. A no dejar para mañana lo que pudo hacerse ayer, a creer en el futuro mientras se vive el presente. A crear retos, a ahuyentar espectros, a creer en lo que valemos.

A amartillar con zancadas las madrugadas, a romper los silencios con nuestras pisadas, a pasar diariamente revista a las esperanzas , a guardar las que se alcanzaron, a rescatar las que se llevaron los malos golpes de viento, a acunar las que van naciendo, a acuñar nuevos derroteros.

A avanzar a dentelladas por carreteras heladas, a trotar por el tartán rojo y dejar con las muescas de los clavos nuestra firma, a patear el asfalto y marcar a fuego en él nuestro rastro, a hundirse en el lodo, a salir victorioso.

A correr sin engaños, a correr con valor, a retar al reloj, a hacer que el tiempo pase en un suspiro o dure una eternidad, a esperar que llegue el minuto de gloria en que quede escrita nuestra historia.

A programar a trote suave el viaje, a trote ligero continuar el trayecto, a determinar a golpe de entusiasmo el itinerario. A traspasar puertas, a deshacer las cadenas, a desenterrar los deseos.

A largos pasos errar, a pasitos cortos acertar, a impulsos constantes completar nuestros afanes, a grandes brincos evitar los disparates; a aprender a caer desde la cima, a saber trepar desde la sima. A no agachar la cabeza, a trabajar cada día, a no vivir de las rentas.

A levantar la vista al cielo donde dormitan las verdades, mientras los pies en la tierra las hacen realidades; que sea el cielo raso nuestro mejor tejado, que sea la tierra imberbe nuestro mejor aliado.

A vivir en movimiento nunca quietos, que sorbo a sorbo se logren nuestros anhelos, que latido tras latido se aclaren nuestros sentidos.

A hallar en cada dificultad una oportunidad, a alejar los demonios que nos incitan al abandono, a esperar pacientemente que el fruto caiga cuando esté maduro y no nos ciegue el afán de cosechas prematuras, para dar tras el esfuerzo lo mejor de nosotros mismos.

A no dejarnos seducir por los premios pasajeros no debidos al trabajo, a confiar en que solo la voluntad garantiza el éxito perdurable a largo plazo.

A quitarnos la venda de los ojos para que el corazón nos deje ver la travesía que se extiende ante nosotros; a convertir la posible ceguera en buena visión postrera.

A correr para encontrar las verdaderas razones y ver que existe una gran verdad en las zancadas que das, que te gusta vivir por ellas aunque a veces desfallezcas.

A correr desoyendo las voces que dicen una y mil veces que ya llegaste a tu destino, pues el destino que buscas se aleja, según vas cumpliendo tus metas.

A correr que no hay límite capaz de frenar tanta locura, que detenernos no es la cura para nuestra enfermedad.

A correr aunque pensemos que hemos llegado al final de nuestros sueños y temamos despertar y tropezar con el desierto y dejemos en la arena enterrados esos sueños.

A correr sin esperar el momento en que eche el freno el desaliento, pues en realidad no habrá término ni fin, ni dos días ni mil, que impida seguir consumando a diario el rito de seguir trotando al ritmo que marca el aire.


Aurora Pérez, atleta veterana española más laureada de todos los tiempos.

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