VERSO SUELTO
El aire, que
inocente respirabas, atrajo hasta tu olfato un buen día el perfume de una idea,
proveyó a tu corazón de una brújula marcándote un rumbo a seguir e hizo desde
ese instante tu vida errante con la sola misión de indagar sin más dilación ni
descanso en la búsqueda de un verso que armonizara tu existencia. Con el único
afán de convertirte en corredor pasaste de ser temeroso a sentirte pionero, de
frecuentar la retaguardia a transitar por la primera línea, de andar por
territorios agostados a correr por espacios fértiles; a pecho descubierto con
el sin par privilegio de tus zancadas profesaste de noble en lugar de ejercer
de plebeyo, transformando pobreza en riqueza y, tras experimentar la ausencia
de un blanco al que apuntar, disfrutaste la presencia nítida de una diana en
que acertar.
Fue como una
brisa fresca que ventiló y limpió tu alma de malas fortunas y te mostró por
entonces las razones para correr, pues buscando tan sólo rimas comenzaron a
sonar tus pasos. Declamando tu pasión fuiste formando poesías y reclamando un
lugar en el que habitar con tu recién nacido entusiasmo. Tus piernas, leyendo
letras, perseguían argumentos, argumentos para tu vida, tesis para tu
subsistencia. En cada carrera versificabas un poema y aquella brisa fresca, que ventiló y limpió tu alma de malas fortunas, trajo consigo tu futuro.
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Con el único afán de convertirte en corredor pasaste de ser temeroso a sentirte pionero... |
Manejando tus
prebendas se fue forjando tu experiencia y colmando tu ambición. Con el aliento
contenido, el mismo que regulaba tu esfuerzo, soplabas las velas cada año y
crecían tus aspiraciones, que ni los lustros que iban pesando sobre tu espalda,
ni los rotos que con cierta frecuencia amenazaban tu cuerpo eran capaces de dejar
en suspenso así que corriera el tiempo en tu contra, pues el viento soplaba a
tu favor y te acercaba a la senda de tu destino.
Si toda una
vida se puede emplear en conseguir la excelencia, basta sólo un segundo para
hacernos perder el norte. Este axioma, anclado en tu conciencia, te hizo ver la
conveniencia de jugar a ser Ave Fénix que entierra sus pasos en las cenizas,
para renacer y a golpe de aleteos pasar a vuelo rasante y reinventarse en
infinitos kilometrajes.Y, curando las alas que se desgarraron, echabas de nuevo
a volar para ver el mundo desde otra perspectiva y ampliar la visión sin
cegarte en los recuerdos, porque la memoria en ocasiones se siente frágil y
halla excusas en el olvido.
Pero tú
siempre tras tropezar descubrirías a un amigo que dándote una palmada en el
hombro sacudía el polvo que acumulaste en la caída, o un rayito de luz que te
apercibía de un novedoso enfoque aprendiendo, gracias a ellos, a mesurar tus
anhelos cuando las decepciones amenazaban con conquistarte si otros
contrincantes más curtidos te acosaban, y a esquivar de inmediato los empujones
del desánimo que revoloteaba por tu cabeza, y sin darte más tregua volvías a
recitar caminos.
Disfrutabas
tanto de los momentos en que te enfrentabas a tu propia exigencia, a la línea clara
del horizonte y al hallazgo de tus límites personales, que dejó de importarte
que las rimas fueran perfectas o imperfectas, para encontrar poco a poco tu
propio lugar en el universo de infinitas posibilidades que se te brindaba en
cada entrenamiento.
Y finalmente
aquella idea que un día te trajo el aire, aquella ilusión que te robó el alma y
puso alas a tus pies, aquel anhelo que te ayudó a respirar te convirtió en un
verso suelto, un verso blanco, un verso libre, libre de ataduras al tiempo,
sólo consonado con los ecos que brotaban de tu corazón.
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...aquella ilusión que te robó el alma... |
Aurora Pérez.
NO es un comentario a esta entrada sino a tu recuperación...ÁNIMO CAMPEÓN, eres un tío tan sensible que te has roto de poner el corazón en cada zancada, en cada paso, en cada abrazo a tus compañeros... Gracias por ser como eres...
ResponderEliminarPd: Nunca te he dicho que me recuerdas un montón a mi primo Gonzalo... algún te cuento su historia...